Esto son dos que iban súper borrachos
en un bar a punto de cerrar:
Oye, ¿por qué no vamos a mi casa para seguir con la juerga?.
No, mejor a la mía, que está cerquita.
A ver, veamos cuál está más cerca.
LLegan a la esquina, se detienen y dicen:
Ya llegamos, esta es mi casa.
No puede ser, también es la mía.
Llamaremos. Así sabremos de quién es.
Llaman a la puerta, sale la dueña y dice:
¡Muy bonito, padre e hijo borrachos!.
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